jueves, 4 de diciembre de 2008

LA PROMOCIÓN DEL AÑO ESCOLAR: RAPIDA, FACIL Y EFECTIVA

Fin del año escolar. A estas alturas encontramos a algunos padres de familia confundidos, decepcionados y hasta energúmenos por la reprobación del año escolar de su hijo o acudido. Los mayores de 30 ó 40 años podemos recordar el sistema antiguo en la evaluación y promoción de los estudiantes: preciso por la calificación de 1 a 10; inobjetable por aquello de que uno más uno es igual a dos, diría alguien; pero implacable por lo de la famosa habilitación, pues con una sola asignatura que se perdiera se podía perder el año. En el nuevo sistema, ordenado por el Decreto 0230 de 2002, lo que se perdió en objetividad se ganó en flexibilidad.¡ Pero vaya que flexibilidad !.
En primer lugar, quiero decir que para “perder el año” el alumno necesita hacer un “esfuerzo enorme”. Aún más que el esfuerzo realizado si desea ser admitido en una universidad de la talla de la Nacional en Colombia, pues en general son sólo aceptados cerca del 10% de los que se presentan. Estimado padre de familia afligido por la pérdida de año de su hijo, prepárese para aliviar su confusión o para que aumente su tensión arterial al enterarse de lo difícil que es la reprobación en la época actual. Como ilustración presento el caso hipotético de un estudiante en el bachillerato. Este asiste todos los días a clase pero no alcanza un nivel de logros de aceptable durante, digamos, el primero de los cuatro períodos en que se divide el año escolar. Una primera “mano” puede tenerla en la posibilidad de que el docente revise sus notas y a través de la mal entendida recuperación, alcance a “ganar” ese período. Antes, padre de familia, la nota que usted sacaba era producto de un promedio durante el período, de tal forma que si sacaba uno, ni con un diez lo recuperaba. Pero continuemos, si no aprueba el período puede tener la opción de superar esa mala nota durante el transcurso del año, pues el Decreto lo permite (lo que no permite es eliminar los beneficios, pero si la institución decide ampliarlos, bienvenido). Bien, supongamos que al final el “esforzado” estudiante ha reprobado incluso los cuatro períodos, tiene una nueva “ayudita” en la que a través de una evaluación integral se podría también hacer borrón y cuenta nueva. Es decir, el Decreto ofrece la posibilidad que, aún perdiendo los cuatro períodos se gane la materia. Sin embargo, seamos muy pesimistas y el estudiante pierde la asignatura. Como algunas áreas, dependiendo del colegio, podrían estar formadas por varias asignaturas, (Naturales, Sociales, Humanidades, a veces Matemáticas) entonces, aquellas materias que ganó pueden “arrastrar” la que perdió. Conclusión: gana el área.
Y todavía hay más. Si el estudiante pierde el área, que como vieron es muy difícil, y con otra completa dos áreas, adivinen: gana el año, pierda o gane los exámenes de nivelación, pues es sólo una formalidad, pudiendo haber perdido 4 ó 5 materias. Finalmente el Niño Dios adelantado: si la institución ha completado el 5% de estudiantes que reprobaron el año, como la norma indica que este es el porcentaje máximo de estudiantes que en un colegio pueden perder el año, entonces un alumno por ejemplo que perdió tres o más áreas, y con esto ha completado, digamos 6 ó 7 materias perdidas, también podría ganar el año. ¿Insólito verdad? Cualquiera familiarizado con el sistema antiguo diría que estoy exagerando y que solo estoy inconforme con la humanización que se le ha hecho a la promoción. Pero no, una cosa es atacar los niveles de deserción, frustración y exclusión del antiguo sistema y otra muy distinta es la sobreprotección que impide que nuestros niños, niñas y jóvenes tengan contacto con el mundo real y los productos del esfuerzo, la superación y el mérito. ¿No habrá desmotivación en aquellos que necesitan retos y expectativas para seguir adelante? ¿No se sentirán con mayor frustración si saben de antemano que con poco pueden alcanzar lo mismo? ¿No estaremos sembrando en ellos el antivalor, tan arraigado en nuestra sociedad, de merecer sin el menor esfuerzo? ¿Al pretender construirles un paraíso sin decepciones ni dolor, no estaremos ofreciéndoles una entrada al infierno del producto rápido, fácil y efectivo? ¿Es solo un decreto laxo, o es una muestra del modelo que se replica en la educación que reciben los niños, niñas y jóvenes en los hogares modernos?

No hay comentarios: