viernes, 15 de octubre de 2010

ENCUENTRO ENTRE DOS MUNDOS



RECORDANDO A CÁCERES, ESPAÑA 2006
Primera parte

Era el otoño del 2006. Ese martes 14 de noviembre eran las 10:30 de la mañana cuando empacamos nuestras ilusiones, con destino inicial Barranquilla a las tres de la tarde y luego al aeropuerto en Cartagena tres horas después. Nos llevaron al Hotel Caribe desde las 10 pm y solo a la una de la mañana regresamos al aeropuerto, pues el vuelo, como cosa rara, se había retrasado. Finalmente, nuestro avión rumbo a Madrid decoló a las siete de la mañana del miércoles. En medio del océano, con una mitad cubierta con el atardecer naranja y la otra mitad con el manto azul oscuro de la noche, nos embargó un inmenso sentimiento de júbilo. Ese, que solo es capaz de inspirarlo la contemplación de la naturaleza.





Luego de innumerables dificultades y obstáculos durante diez meses, en donde la burocracia intentaba desvanecer los sueños de un grupo de maestros y estudiantes, lo que había comenzado hace cinco años atrás con un simple correo electrónico al profesor José Manuel Rivero Martín en Cáceres, España, era ya una realidad. Desde la consecución de recursos hasta la aprobación de las visas, se convirtió en una lucha diaria de este grupo de ilusionados. Parte de esta tragicomedia incluyó tener que seleccionar entre dos excelentes estudiantes solo uno que podía viajar por lo limitado de los recursos. De hecho, también hay que decir que en el primer intento nos fue negada la visa, al parecer y en forma extraoficial, debido a que existía el antecedente de un grupo colombiano en el que algunos de sus estudiantes se quedaron de ilegales en España. Sin embargo, a través de los buenos oficios de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata respaldando nuestro propósito, pudimos sortear victoriosos este impase producto, en parte, del lastre de nuestra deteriorada imagen en el exterior. Somos una de las pocas naciones en el mundo que necesita visa para entrar a cerca de 140 países, en 40 no la requerimos, mientras solo la exigimos a 80 de ellos.



Al cabo de nueve horas y media pisamos suelo madrileño. Producto de las recientes medidas de seguridad a raíz del atentado del 11 de marzo, encontramos la estación de buses cerrada. Sin más remedio, aguardamos toda la noche y la madrugada en un local cercano, una cigarrería, donde el humo del tabaco nos obligaba a salir y el frío de la noche nos empujaba a entrar. Por fin a las 8 de la mañana salimos de la estación de Atocha, camino a Cáceres. Pocas horas en suelo español nos dibujaron la complejidad de una sociedad con presencia de múltiples nacionalidades como rumanos, cubanos, marroquíes, libios, italianos, franceses y norteamericanos, entre otros. Tan diferente de nuestro, de cierta forma, monocromático pueblo vallenato.


Nuestros colegas de la IES Universidad Laboral de Cáceres, nos recibieron expectantes pero con una gran hospitalidad y cariño. Luego nos comentaron a manera de anécdota que cuando les preguntaban ¿llegaron los colombianos? Quedaba en el ambiente la misma impresión que durante un diálogo de película de Hollywood con colombianos en escena. Y ya sabemos cuáles son los papeles estereotipados con que desafortunadamente nos encasillan a los colombianos en Hollywood. Pero bueno, todo esto había que asimilarlo y mostrar nuestras mejores cualidades.

Ese viernes realizamos una visita a la Ciudad Antigua y Monumental, sector de Cáceres que nos muestra con orgullo su historia desde el año 34 a.C y del siglo XII, en particular. Realmente impresionante. Nos llamó la atención las torres, iglesias, arcos, casas, palacios y edificaciones, y en especial la belleza del aljibe árabe en el Palacio de las Veletas. En contraste, nuestras edificaciones más antiguas son del siglo XVI y XVII, pues las primeras viviendas construidas durante la colonia española datan de 1580. En la plaza principal de nuestra ciudad aún pueden observarse muestras de la arquitectura colonial. Algo en común: así como en la región de Cáceres hubo luchas sangrientas entre árabes y cristianos, nuestra historia registra fuertes enfrentamientos entre conquistadores españoles e indios Chimilas. En los dos casos la huella cultural es imborrable.