jueves, 25 de diciembre de 2008

MIS AMIGUITOS DICEN QUE PAPA NOEL NO EXISTE!



Mientras en esta época estoy más interesado en cuadrar las finanzas para mantener a flote la economía doméstica, sometida a la avalancha de gastos adicionales e incrementos inexplicables, una inquietud más llega a mi hogar. Mi hija Valentina que ha estado sumergida con placidez en el mundo mágico de seres míticos, superhéroes, creando amigos imaginarios y construyendo un universo de fantasía, ahora en el mes de diciembre con seis navidades de experiencia empieza a ser receptiva a una información que se ha filtrado entre sus amigos de la cuadra. Hace unos días no resistió más la intriga y sin preámbulos hizo la pregunta obligada: "Mis amiguitos dicen que papá Noel no existe. Que son los papás, ¿es verdad papi?" Debo decir que tal pregunta me dejó fuera de base. Ante ese instante de vacilación ella hizo una lectura rápida y con los ojos abiertos dijo: "Papá Noel, son los papás". Sin mucho esfuerzo comenzó a aplicar una lógica pragmática que develaba algunas inconsistencias. Por qué sospechosamente descartábamos de plano algunos juguetes? Pues, "si Papá Noel es trillonario debería comprarme todo lo que le pido", dijo. Complementándolo con una afirmación categórica: "viste, por eso es que los niños de los papás que no tienen como comprar los regalos, papá Noel no les pone nada". Y seguidamente entró en llanto.
Sin duda, su percepción era que existía una conspiración fraguada especialmente por sus padres que se derrumbaba junto con un ícono infantil de la navidad. De ninguna manera podría explicarle a través de una disertación histórica que Papá Noel nació inspirado en un obispo cristiano de origen griego llamado Nicolás de Bari (280-345 D.C.) en Anatolia, actual Turquía. Que su abnegación por los niños y su desprendimiento de lo material fueron diseminando su fama. Que surgió a partir de una transformación del paganismo, reemplazando a hadas, troncos que expulsaban dulces y duendes de barba blanca, botas y gorro. Además, que la tradición pasó de Europa a Estados Unidos y luego con la influencia de escritores y publicistas anglosajones esta versión, la de Santa Claus, terminó absorbiendo en gran medida a la europea. Sin embargo, el nombre de Bonhomme Noël francés es el ancestro de Papá Noel para la mayoría de los hispanos. Finalmente en los últimos 200 años gracias al consumismo se le adicionaron el trineo, los nueve renos, su casa en el polo norte, la señora Noel, los duendes acompañantes, el deprimente listado de niños buenos y malos y por supuesto el toque sospechosamente comercial de la repartición de juguetes el 25 de diciembre. No me agradaba esta "verdad" puesto que le permitiría a ella inferir que la costumbre es, en últimas, una frivolidad comercial, una hipertrofia juguetera, con la que muchos adultos tratan de expiar sus culpas o en otros casos utilizada de bozal especialmente a través del chantaje sentimental: "si no te portas bien este año Papá Noel no te traerá regalos". Por lo tanto la descarto. Ahora, también sería muy complicado si le intentara explicar desde la biología como hace un reno para volar a menos que haga parte de las 300.000 especies que aún no han sido clasificadas o desde la física clásica como hace Papá Noel con una carga de regalos de 321.300 toneladas que deberían estar tirados por 214.200 renos voladores diez veces más fuertes que uno normal y a una velocidad promedio de 1080 km/seg para poder cubrir en 31 horas de este a oeste (por el cambio de hora) los 91.800.000 de hogares donde habitan, según UNICEF, por lo menos 378 millones de niños cristianos que se portaron bien. Definitivamente la física clásica no me ayudaría mucho. Paradójicamente la física cuántica sería la que me permitiría aventurarme a decirle a Valentina que, en efecto, según el principio de incertidumbre es muy probable que Papa Noel sí exista y puede sin mucho esfuerzo cumplir con su labor este 25 de diciembre. Pero primero tendría que entender lo que apenas están intentando de comprender los físicos sobre la antimateria y los agujeros negros. No. Creo que tampoco sea una buena idea.
Pienso entonces que no tengo que mentirle, sino al contrario, acercarla a la realidad y a partir de ella, podrá imaginar infinidad de cosas. Pero es demasiado tarde en el caso de Valentina y ya estamos sumergidos en esta tradición, esa sería una opción con el próximo. Los seres míticos para los niños y niñas no son cosa extraña. Hacen parte de su mundo y reflejan la manera como desarrollan su personalidad. Si su mundo es el del juego, sus sueños, su imaginación y sus fantasías estarán centrados en éste. A esta edad su pensamiento es concreto no abstracto, es decir, piensan en el juguete como objeto, no como un símbolo del espíritu navideño. Por lo tanto un infante al que su universo sea todavía la fantasía materializada en seres como papá Noel, no es recomendable que precisamente en navidad de repente conozca "la verdad". Aún más, si estamos hablando de este personaje en especial, pues ha sido exacerbado por el afán comercial. Durante todo el año es necesario que les hablemos a los niños y niñas sobre los valores a fortalecer en familia especialmente en la navidad. Los padres debemos ayudarles a nuestros hijos en esa transición de Papá Noel de carne y hueso a ese que de verdad existe como símbolo de la paz, la reconciliación y el amor. Así que ni siquiera los adultos podemos prescindir de Papá Noel. Entonces, me limité en ese instante a asegurarle que papá Noel SI EXISTE, pues todo aquello en lo cual ella creyera, existirá. No obstante, si me hubiera dado un poco más de los dos segundos que me dio para responderle, lo haría como lo hizo hace más de 100 años el director asistente del diario "The New York Sun", Francis Church, como respuesta a la carta de una pequeña niña. Que nos hace reflexionar sobre la magia de la navidad…Valentina: tus amiguitos se equivocan. Han sido afectados por el escepticismo de una época escéptica. Sólo creen en lo que ven. Sí, Valentina, Papá Noel existe. Es tan cierto que existe como que existen el amor, la generosidad y la devoción, y tú sabes que éstos abundan y que dan a tu vida su mayor belleza y alegría. ¡Ah, qué triste sería el mundo sin Papá Noel! Tan triste como un mundo sin Valentinas. No existirían la fe ingenua, ni la imaginación, ni el amor, ni la poesía, ni las fantasías que vuelven tolerable nuestra existencia. No podríamos disfrutar de nada que no se pueda ver o tocar. Se extinguiría la luz eterna con que la niñez ilumina al mundo. Igual, al final creo me haría la misma propuesta: "Papi: de todos modos quiero conseguir una cámara para tomarle una foto cuando me deje los regalos, porque siempre me duermo". Feliz navidad.

jueves, 4 de diciembre de 2008

LA PROMOCIÓN DEL AÑO ESCOLAR: RAPIDA, FACIL Y EFECTIVA

Fin del año escolar. A estas alturas encontramos a algunos padres de familia confundidos, decepcionados y hasta energúmenos por la reprobación del año escolar de su hijo o acudido. Los mayores de 30 ó 40 años podemos recordar el sistema antiguo en la evaluación y promoción de los estudiantes: preciso por la calificación de 1 a 10; inobjetable por aquello de que uno más uno es igual a dos, diría alguien; pero implacable por lo de la famosa habilitación, pues con una sola asignatura que se perdiera se podía perder el año. En el nuevo sistema, ordenado por el Decreto 0230 de 2002, lo que se perdió en objetividad se ganó en flexibilidad.¡ Pero vaya que flexibilidad !.
En primer lugar, quiero decir que para “perder el año” el alumno necesita hacer un “esfuerzo enorme”. Aún más que el esfuerzo realizado si desea ser admitido en una universidad de la talla de la Nacional en Colombia, pues en general son sólo aceptados cerca del 10% de los que se presentan. Estimado padre de familia afligido por la pérdida de año de su hijo, prepárese para aliviar su confusión o para que aumente su tensión arterial al enterarse de lo difícil que es la reprobación en la época actual. Como ilustración presento el caso hipotético de un estudiante en el bachillerato. Este asiste todos los días a clase pero no alcanza un nivel de logros de aceptable durante, digamos, el primero de los cuatro períodos en que se divide el año escolar. Una primera “mano” puede tenerla en la posibilidad de que el docente revise sus notas y a través de la mal entendida recuperación, alcance a “ganar” ese período. Antes, padre de familia, la nota que usted sacaba era producto de un promedio durante el período, de tal forma que si sacaba uno, ni con un diez lo recuperaba. Pero continuemos, si no aprueba el período puede tener la opción de superar esa mala nota durante el transcurso del año, pues el Decreto lo permite (lo que no permite es eliminar los beneficios, pero si la institución decide ampliarlos, bienvenido). Bien, supongamos que al final el “esforzado” estudiante ha reprobado incluso los cuatro períodos, tiene una nueva “ayudita” en la que a través de una evaluación integral se podría también hacer borrón y cuenta nueva. Es decir, el Decreto ofrece la posibilidad que, aún perdiendo los cuatro períodos se gane la materia. Sin embargo, seamos muy pesimistas y el estudiante pierde la asignatura. Como algunas áreas, dependiendo del colegio, podrían estar formadas por varias asignaturas, (Naturales, Sociales, Humanidades, a veces Matemáticas) entonces, aquellas materias que ganó pueden “arrastrar” la que perdió. Conclusión: gana el área.
Y todavía hay más. Si el estudiante pierde el área, que como vieron es muy difícil, y con otra completa dos áreas, adivinen: gana el año, pierda o gane los exámenes de nivelación, pues es sólo una formalidad, pudiendo haber perdido 4 ó 5 materias. Finalmente el Niño Dios adelantado: si la institución ha completado el 5% de estudiantes que reprobaron el año, como la norma indica que este es el porcentaje máximo de estudiantes que en un colegio pueden perder el año, entonces un alumno por ejemplo que perdió tres o más áreas, y con esto ha completado, digamos 6 ó 7 materias perdidas, también podría ganar el año. ¿Insólito verdad? Cualquiera familiarizado con el sistema antiguo diría que estoy exagerando y que solo estoy inconforme con la humanización que se le ha hecho a la promoción. Pero no, una cosa es atacar los niveles de deserción, frustración y exclusión del antiguo sistema y otra muy distinta es la sobreprotección que impide que nuestros niños, niñas y jóvenes tengan contacto con el mundo real y los productos del esfuerzo, la superación y el mérito. ¿No habrá desmotivación en aquellos que necesitan retos y expectativas para seguir adelante? ¿No se sentirán con mayor frustración si saben de antemano que con poco pueden alcanzar lo mismo? ¿No estaremos sembrando en ellos el antivalor, tan arraigado en nuestra sociedad, de merecer sin el menor esfuerzo? ¿Al pretender construirles un paraíso sin decepciones ni dolor, no estaremos ofreciéndoles una entrada al infierno del producto rápido, fácil y efectivo? ¿Es solo un decreto laxo, o es una muestra del modelo que se replica en la educación que reciben los niños, niñas y jóvenes en los hogares modernos?