miércoles, 23 de febrero de 2011

EVALUACION ESCOLAR: PERDER O GANAR, AHÍ NO ESTÁ EL DILEMA

Después de la agotadora discusión en torno al antiguo Decreto 0230 que organizaba la evaluación y la promoción escolar en Colombia, la opinión pública se imaginaba que con sólo suprimir el tope máximo del 5% de reprobación en el que estaban autorizados los colegios para que sus estudiantes perdieran el año y de diseñar una escala nueva (superior, alto, básico y bajo) se iban a solucionar las objeciones del tan criticado decreto. Pues bien, el nuevo Decreto 1290 de 2009 con el cual se evaluaron y promocionaron nuestros estudiantes el año anterior, ofrece a los colegios, luego de un proceso de acompañamiento y refuerzo, darse autónomamente la libertad de establecer cuántos estudiantes pierde el año. Sin duda es una opción pedagógica interesante pues las realidades de cada colegio y su contexto son diferentes y merecen tratamientos diversos.

En el mes de noviembre en rueda de prensa la Ministra de Educación expresó que “el mejor colegio no es aquel en que más niños pierden el año; el mejor colegio del mundo es aquel en el cual se logra que ningún niño repruebe el año”. Esta afirmación nos aclara que la polémica sobre la evaluación se reduce no a una discusión desde los procesos pedagógicos; sino que, al final y en la agonía del año lectivo, todo quedó en una simple pugna por disminuir el porcentaje de estudiantes que pierden el año, tal vez en una angustiosa respuesta por haber eliminado los topes de reprobación. Ahora, en el inicio de este año, los esfuerzos se concentran en la promoción anticipada del Decreto 1290 para disminuir aún más los reprobados del año anterior. En la práctica, los estudiantes que perdieron el año incluidos los de 8 o 9 áreas, podrán ganar todavía el año si demuestran en el primer período de 2011 haber superado sus falencias.

Desde nuestra experiencia en las entrañas de la educación (el aula de clase), se considera que la presencia o ausencia de estudiantes reprobados no hacen al colegio ni a sus docentes, ni los mejores ni los peores del mundo. No sería extraño encontrar en algunos colegios en donde no perdieron estudiantes o el porcentaje fue mínimo, mecanismos de última hora o promoción express para mitigar resultados de reprobación. Tampoco resulta fácil imaginarme un colegio en donde los profesores y directivos docentes trabajen en función todo el año en procurar que la mayor cantidad de estudiantes pierdan el año. Aún si lo fuera, no creo que los padres de familia insistieran demasiado en que sus hijos estudien en un colegio en el que tienen ínfimas posibilidades de ganar el año. Ciertamente es un absurdo bastante superado el modelo antiguo donde el profesor que más rajaba era el mejor; al igual que tampoco hay que caer en el sofisma que el docente al que nadie le pierde es un excelente maestro. No señores, la fiebre es solo un síntoma en un proceso infeccioso, no la causa. El hecho de bajar la fiebre solo serviría como medida para evitar efectos adversos, pero no se estaría atacando al causante. En otras palabras, las acciones coyunturales tendientes a disminuir el número de alumnos que pierden el año, son medidas de emergencia para incidir en un indicador, pero que en nada impactan el verdadero problema de la calidad de la educación. Es más, puede que para el Estado y para algunos padres de familia beneficiados sea una manera de ahorrarse unos pesos, pero sin duda terminan ocultando aspectos que impactan en la calidad como: espacios e infraestructura escolar deficiente, ausencia de liderazgo académico, procesos administrativos divorciados o cuya prioridad no es la academia, entre otros. En el plano más cercano al estudiante: maltrecha condición económica, escasa formación de hábitos de estudio y deteriorada salud afectiva en el núcleo familiar. Además, y sin pudor profesional de señalar, la necesidad de capacitación en el personal docente alrededor de las prácticas pedagógicas y su labor de motivación, acompañamiento y juicio crítico del proceso pedagógico.

En consecuencia, no por pasar o rajar a más o menos estudiantes seremos mejores sino que, en cuanto a la función docente específica, se hace necesario auscultar el proceso de aprendizaje para ofrecerles a nuestros alumnos mayores posibilidades que puedan aprovechar en su formación, lo cual no significa como comúnmente se cree con las recuperaciones o nivelaciones, repetir los exámenes hasta quedar en poder del público.