Habían transcurrido 38 semanas de gestación. Muy temprano ella me comentó que no había sentido por algún tiempo al bebé durante la madrugada. Inmediatamente acudimos a la urgencia de la clínica, donde realizaron la valoración y procedieron a practicarle un monitoreo de la frecuencia cardíaca fetal. Éste, es un método para comprobar la frecuencia y el ritmo de los latidos del corazón del feto. Todo se encontraba en orden, pues la frecuencia cardíaca fetal promedio del bebé estaba entre 110 y 160 latidos por minuto. Sin embargo, la ansiedad de la madre desde hacía algunos días y otras inquietas observaciones en la última ecografía (la imagen mostró circular de cordón o enrrollamiento del cordón alrededor del cuello) hizo que estuviéramos a favor del nacimiento por cesárea. En vista del inminente procedimiento, tan común en nuestro medio como extraer una pieza dental, decidí prepararme para el arribo de mi primer hjjo varón (cerca del 25 al 35% de los partos son por cesárea en Colombia. Según la OMS la tasa no debería superar el 10%.
Era cuestión de media hora para que Fabián David hiciera su llegada y procedí a esperar
un poco confiado pero expectante, como cuando estas seguro de haber hecho bien la tarea y esperas que la nota sea consecuente con el esfuerzo. El tiempo pasaba y los treinta minutos se convirtieron en una hora. Una enfermera salió presurosa de la sala de partos con lo que suponía era un bebé envuelto en toallas y se dirigió sin mediar palabra hacia la unidad de neonatos. Acudiendo a las leyes de la probabilidad pensé sin malicia "dado que hay cerca de cinco partos, existe el 80% de probabilidad que no sean malas noticias". Despues de unos minutos interminables una médica salió y preguntó por los familiares y de un salto me acerqué. No era necesario tener amplios conocimientos de medicina para sospechar que algo no andaba bien. A medida que la facultativa iba explicando la crisis que el pequeño había tenido durante el parto, un inmenso nudo subía por mi estómago, pasaba por mi garganta y se alojaba en mi cabeza hasta tal punto que ya no escuchaba su explicación técnica. Me encontraba entrando en un episodio de desvanecimiento por un estímulo emocional o síncope vasovagal leve produciendo una hipotensión. Es decir, me acababa de dar un yeyo.
Aún así, éste bebé en particular estaba hecho, formado y acompañado en el vientre con tantas
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